jueves, 20 de noviembre de 2025

 

**DOS LUCES DEL BARROCO EN CEHEGÍN:

LA VIRGEN DE LAS MARAVILLAS Y NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO**
(Una disertación histórica para el Año Jubilar)

I. Introducción: Tres siglos mirándose

Hay pueblos cuya identidad se forja en la piedra de sus calles, y otros que se tejen en la devoción íntima, en la costumbre transmitida de mano en mano. Cehegín pertenece, sin duda, a los segundos. Y entre todas sus devociones, dos figuras han marcado con especial hondura el corazón de la villa: la Virgen de las Maravillas, llegada en 1725 desde Nápoles como un regalo artístico y espiritual sin precedentes; y Nuestro Padre Jesús Nazareno, cuya devoción se consolida en la primera mitad del siglo XVIII, cristalizando en cofradía en 1740 en la antigua ermita de la Concepción.

Ambas advocaciones nacen —o, mejor dicho, florecen— en el mismo tiempo histórico. Ambas irrumpen en un Cehegín que avanza hacia la plenitud del Barroco tardío. Ambas responden a un clima espiritual común: el gusto por la imagen cercana, el pathos emotivo, la catequesis viva de la escultura que mueve a compasión y transforma vidas. Y ambas, tres siglos después, vuelven a encontrarse, unidas por el Año Jubilar de la Virgen de las Maravillas, como si el tiempo cerrara un círculo que se abrió en aquella primera mitad del siglo XVIII.

Lo que este texto busca es contar esa historia compartida: una historia de arte, de pueblo y de fe, que une a dos imágenes que enseñaron —y siguen enseñando— a Cehegín el camino del consuelo y de la esperanza.



II. Un Cehegín barroco: contexto histórico y espiritual

El siglo XVIII abre en Cehegín un tiempo de renovación espiritual. La religiosidad barroca camina hacia su último esplendor: procesiones, rogativas, cofradías, conventos revitalizados, y un gusto creciente por la imagen devocional como vehículo directo hacia lo divino.

Las fuentes municipales y conventuales muestran un dinamismo religioso notable: presencia de los franciscanos del convento de San Esteban, creciente actividad parroquial en Santa María Magdalena, y el papel esencial de las ermitas extramuros como espacios de culto popular (Concepción, Soledad, Belenes, etc.)¹.

En ese ambiente se entienden mejor dos acontecimientos que, aunque independientes, se retroalimentaron mutuamente:

  1. La llegada de la Virgen de las Maravillas en 1725.

  2. La consolidación de la devoción y cofradía de Jesús Nazareno (1740).

Ambos hechos, aparentemente aislados, responden al mismo clima espiritual: sed de imágenes “vivas”, buscadas no solo por su valor artístico, sino por su capacidad de conmover y evangelizar.



III. 1725: La llegada de la Virgen de las Maravillas

Cuando Cehegín recibe en 1725 una escultura salida del círculo del gran maestro napolitano Nicola Fumo —o de su taller tardío—, recibe mucho más que una obra de arte. Recibe el icono que terminará por definir su identidad religiosa durante trescientos años.

La documentación disponible² permite rastrear su llegada al convento franciscano de San Esteban, donde la presencia de obras napolitanas no era aislada debido a las estrechas relaciones de la orden con Italia. La imagen, concebida como Mater Dolorosa, muestra características propias del barroco tardío napolitano: modelado blando, serenidad contenida, belleza idealizada y un hondo dramatismo interior.

Su devoción se extiende con rapidez. Ya en el primer inventario de 1731, realizado con motivo de la inauguración del camarín y altar mayor³, queda claro que la Virgen no era solo “una imagen bella”, sino una presencia viva, generadora de limosnas, exvotos y ofrendas —especialmente las célebres alhajas de los inventarios de 1755 y 1771⁴.

La Virgen de las Maravillas se convirtió, en pocas décadas, en el corazón espiritual del Cehegín del siglo XVIII.

IV. Paralelamente: El Nazareno que nace de la Concepción

Mientras la Virgen de las Maravillas comienza a irradiar devoción desde el convento, en la ermita de la Concepción —punto neurálgico del culto popular ceheginero desde el siglo XVI— se gesta otro movimiento espiritual.

La primitiva cofradía de la Purísima, documentada desde finales del siglo XVII, evoluciona hacia un culto más centrado en la Pasión de Cristo, como era frecuente en España tras las reformas postridentinas. De ella brota de manera natural la devoción a Jesús Nazareno, que va tomando cuerpo en los años 1730-1740.

La fundación de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno en 1740⁵ no es un hecho aislado: responde a una corriente regional que también vivía la Murcia barroca (con Salzillo como máximo exponente) y que daba lugar a hermandades penitenciales donde la figura del Nazareno representaba el sufrimiento redentor más cercano al pueblo.

La iconografía nazarena ceheginera, marcada por tradición local y ecos estilísticos del barroco murciano, se inserta en este clima donde el Cristo camino del Calvario se convierte en espejo de la humanidad doliente.



V. Dos advocaciones hermanas: coincidencias y sintonías

Aunque sus historias no se cruzaron físicamente en el siglo XVIII, sí lo hicieron espiritualmente.

  1. Ambas nacen en la misma década: 1725–1740.

  2. Ambas responden a un mismo sentir barroco: el dramatismo dulce, la emotividad, el gesto de ofrecer.

  3. Ambas arraigan en espacios devocionales claves:

    • La Virgen en el convento franciscano.

    • El Nazareno en la ermita de la Concepción.

  4. Ambas generan cofradías activas y caritativas, con economías propias, inventarios y presencia en la vida pública.

  5. Ambas se convierten en referentes del calendario litúrgico, una en septiembre; el otro, en la Semana Santa.

La Virgen educa en la compasión; el Nazareno, en la costumbre del “acompañar a Cristo” en su caminar. Juntas, forman un díptico teológico perfecto: una muestra el dolor de la Madre, y el otro el sacrificio del Hijo.

Una intuición histórica

No es arriesgado afirmar que los cehegineros del XVIII, sin ser plenamente conscientes, vivieron estas dos devociones como complementarias: la Madre de las Maravillas desde su camarín dorado, el Nazareno desde su humilde ermita en lo alto. Dos miradas que se buscan sin encontrarse físicamente, pero que el pueblo visitaba con igual fervor.

VI. Tres siglos después: el reencuentro

El 2025, Año Jubilar de la Virgen de las Maravillas, ha traído un acontecimiento teológico y emocional que pocas veces ocurre: la unión explícita de estas dos devociones nacidas en el mismo tiempo y en el mismo espíritu.

Lo que entonces fue simultáneo, hoy se vuelve común.

El pueblo que acompaña al Nazareno por las calles empinadas de Cehegín en Semana Santa es el mismo que asciende al convento para postrarse ante la Virgen Coronada. Y ambos llevan como fondo la memoria de un Barroco que se niega a morir porque sigue dando sentido a la vida de la gente.

En el Jubileo, la Madre y el Hijo se abrazan simbólicamente, no desde la iconografía —como en los Pietà o en los Nazarenos sostenidos por sus madres— sino desde la historia:
Las dos devociones que marcaron el siglo XVIII se encuentran en el XXI como pilares espirituales de Cehegín.

VII. Reflexión final: Una historia que no termina

Mirar la historia conjunta del Nazareno y la Virgen de las Maravillas es mirar la historia de Cehegín. El pueblo que hace tres siglos supo acoger estos dos iconos, hoy los vuelve a poner en el centro porque sigue necesitando sus miradas: la mirada serena y doliente de la Madre y la mirada sufriente pero firme del Hijo.

Las dos advocaciones nacieron en un tiempo de renovación espiritual. Hoy, trescientos años después, llaman a una nueva renovación.
Porque un pueblo que recuerda su fe es un pueblo que se reencuentra consigo mismo.
Y Cehegín, cuando mira al Nazareno y a la Virgen, se reconoce.

Notas

  1. Archivo Parroquial de Santa María Magdalena (APSM), Libros de fábrica, s. XVII–XVIII.

  2. Sobre la llegada y autoría napolitana: J. A. García López, Escultura napolitana en el Reino de Murcia, Murcia, 2004.

  3. Archivo del Convento de San Esteban (ACSE), Inventario de 1731, fol. 12r–15v.

  4. Inventarios conventuales de 1755 y 1771, transcritos en M. López Pérez, “Alhajas y exvotos de la Virgen de las Maravillas”, Anales Cehegineros, 1999.

  5. Constitución de la Cofradía de N. P. Jesús Nazareno, 1740. Archivo Diocesano.

  6. Obras son amores. Manuel Ruiz Jiménez. 2025.

Bibliografía básica

  • García López, Juan Antonio. La escultura devocional napolitana en el Sureste español. Murcia, 2007.

  • Martínez Robles, J. Cofradías y Hermandades del Noroeste murciano. Murcia, 2012.

  • Sánchez Pravia, R. El Barroco en Murcia y sus devociones. Murcia, 1998.

  • VV. AA. Catálogo del patrimonio escultórico de Cehegín. Ayuntamiento de Cehegín, 2015.

  • Archivo Parroquial de Santa María Magdalena y municipal, Libros de fábrica y hermandades.

  • Archivo del Convento de San Esteban, fondos siglo XVIII.

  • Manuel Ruiz Jiménez. Obras son amores. 2025.

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