martes, 31 de enero de 2012

Cehegín en sus calles y plazas.

Al fondo los caños del  Partidor


La Plaza del Castillo

La forja en la Sierra del Albarracín. (III)

   La Sierra de Albarracín, comarca agreste de hierro y forja, en la que encumbran pueblos de singular organización urbana, una arquitectura original y pintoresca, que encierra en un marco incomparable de calles pinas y angostas, bellas y sobrecogedoras creaciones realizadas a base de fogón y yunque. La rejería de esta comarca fue elaborando, con el paso de los siglos, un estilo propio y bien definido, marcado por la solidez de los marcos, la complicada trabazón de líneas y retículas y  los motivos ornamentales inspirados en la propia naturaleza, que envuelven este lugar de cierto misticismo.
  Entre siluetas de casas y tejados recortados las calles se van dejando recorrer para mostrarnos rejas, aldabas, cerrojos, “garavises”, cantos, morillos, almenaras, … en un sin fin de imágenes que seguro permanecerán  en nuestro recuerdo.

















   

martes, 17 de enero de 2012

La forja en la Sierra del Albarracín. (II)


La Forja en la Sierra de Albarracín, Teruel.


   La sierra de Albarracín  abarca todo un gran territorio cuyo paisaje natural, apenas alterado, lo componen grandes zonas de pinares, sabinas y carrascas,  donde la arenisca del rodeno, las cristalinas y frías aguas de nacimientos y barrancos, circulan alegres entre depresiones y estrechos senderos, que unen como antaño los diferentes enclaves poblados de toda la comarca. En estos pueblos se vislumbra, pese al paso del tiempo, una arquitectura cuyo fin último, dentro de su sencillez y sobrio carácter, es la salvaguarda de hombres y animales. Alejada de grandes aspavientos, los efectos plásticos de esta sabia forma de construir han ido forjando lo que podemos percibir como una amalgama de piedra, hierro, madera , yeso y arcilla, provocando una mimesis única  entre los paisajes natural y humano, es decir, lo que ha sido, es y será la Sierra de Albarracín.



































jueves, 5 de enero de 2012

Y llegaron de Oriente.










  Eran... ¿magos?, ¿reyes?, ¿astrónomos?, historia, cuentos y leyendas que se entrelazan, con una soltura inusitada, para que unos dos mil doce años después, aún continuemos hablando de estos insignes personajes para los que apenas pasa el tiempo. Para creer en ellos la fe es fundamental, o creemos que vinieron o no lo creeremos, pero lo que si es cierto que su existencia se sostiene sobre diversos escritos de la época, todos ellos de gran valor y fundamento. Sobre ellos se estructuran muchos de los sucesos que tuvieron lugar en el mundo antiguo.A poco que pensemos en ello, a nadie se le escapara que se trata de un rito navideño, que nos muestra una capacidad inusitada de supervivencia, tan real como lo demuestra la importante carga emocional que lleva consigo esta celebración: gestos, signos, todos los actos que envuelven este "teatro" que protagonizan como actores principales padre e hijos. Diferente según se trate de unos o de otros y cargado de tensión y afecto. Pese a todo su mera existencia nos puede hacer pensar en una contradicción, por que quienes lo practican, aún cuando se sienten afectados por su gran densidad emocional, no dudan, en la mayoría de los casos en proclamar su "descreimiento". Pese a todo el mito sobrevive pese a su anacronismo.Ahora pensemos bien en ello, y desde nuestro yo interior, cuando todos los que participamos en esta "celebración", aunque podamos afirmar no creer en los Reyes Magos, en ese fuero interno no queremos a pesar de todo prescindir de ellos, recordando siempre la emoción con la que acudíamos siendo niños a ver la Cabalgata.

   Yo los sigo esperando año tras año en esta Noche de Reyes.

   Y que llenen nuestros hogares de la paz y la felicidad necesarias para ir tirando, que falta nos hace.