martes, 30 de septiembre de 2025

 

Estudio completo sobre el nombre Efigenio y su vínculo con Santa Efigenia (Iphigenia): origen, evolución, historia y veneración

Introducción

El nombre Efigenio —raro en la onomástica contemporánea, casi extinguido en el uso común— encierra una riqueza simbólica e histórica que atraviesa culturas, lenguas y continentes. En su interior confluyen tres tradiciones:

  1. Su matriz etimológica grecolatina, procedente de la tragedia clásica.

  2. Su transformación hagiográfica, vinculada a la figura de Santa Efigenia de Etiopía, discípula de San Mateo y virgen consagrada.

  3. Su difusión devocional en la península ibérica, en Portugal y en el Atlántico —donde la santa fue especialmente venerada por comunidades afrodescendientes en Brasil, Perú y el Caribe.

Este recorrido permitirá comprender cómo un nombre puede convertirse en puente cultural entre la Grecia antigua, la cristiandad medieval, el África etíope y la diáspora africana en América.

1. Etimología y primeras formas del nombre

La raíz más antigua del nombre se encuentra en la forma femenina griega Ἰφιγένεια (Iphigeneia / Iphigenia), conocida por la mitología y las tragedias áticas, especialmente en Eurípides y Esquilo. Su significado más aceptado es “fuerte de nacimiento” o “nacida para la fuerza”, a partir de ἴφιος / ἰφι- (“fuerte, vigoroso”) y γένος (“nacimiento, linaje”)1.

Con el paso al latín y la cristianización de la cultura clásica, el nombre adoptó variantes: Iphigenia → Ephigenia / Efigenia, de donde derivaron las formas masculinas Ephigenius / Efigenius, que en castellano dieron Efigenio, y en portugués, Efigénio2.

El traslado etimológico es significativo: de la tragedia clásica griega —donde Ifigenia aparece como víctima sacrificial en Áulide o salvada en Táuride—, el nombre pasó a ser signo de fortaleza espiritual en la hagiografía cristiana.

2. Santa Efigenia: la hagiografía y su origen legendario

El gran giro del nombre vino con la tradición cristiana. Santa Efigenia (Euphygenia / Iphigenia / Efigenia) es una figura de origen legendario, cuya vida se transmitió en colecciones medievales como la Legenda Aurea de Jacobo de la Vorágine (s. XIII)3.

La passio

Según la hagiografía, Efigenia era princesa etíope o nubia, hija de un rey que gobernaba en aquellas tierras. Fue convertida al cristianismo por San Mateo Apóstol, quien la instruyó en la fe y recibió de ella voto de virginidad. Con su ayuda, fundó un monasterio para vírgenes consagradas.

Cuando su padre intentó comprometerla en matrimonio, Efigenia rehusó. El nuevo rey, sucesor hostil, mandó incendiar el convento, pero las llamas destruyeron todo excepto la celda de las monjas. Este milagro reforzó la memoria de la santa como símbolo de fidelidad, virginidad y resistencia frente al poder4.

Su culto se fijó litúrgicamente en el 21 de septiembre, día también dedicado a San Mateo, subrayando la unión entre apóstol y discípula5.

3. Crítica y fuentes de la tradición

Los relatos sobre Efigenia son de carácter legendario, y su historicidad ha sido objeto de debate. Para los Bollandistas, se trataba de una construcción piadosa destinada a reforzar la antigüedad del cristianismo en África oriental6.

Más allá de la crítica histórica, la tradición hagiográfica tuvo un peso real en la liturgia, la iconografía y la creación de cofradías. La santa fue representada como joven princesa negra, con atributos de virginidad (velo, palma, hábito monástico), lo que facilitó su identificación por comunidades africanas y afrodescendientes siglos más tarde.

4. Difusión en la península ibérica

En la España y Portugal medievales y modernas, la devoción a Santa Efigenia aparece asociada a cofradías de negros y mulatos, que la adoptaron como patrona. En Cádiz, El Puerto de Santa María y Lisboa se documentan hermandades bajo su advocación, vinculadas al Rosario y a prácticas de religiosidad popular7.

Estas cofradías ofrecían espacios de integración social a comunidades esclavizadas o libres de origen africano, que hallaban en la santa etíope un símbolo de identidad y dignidad cristiana.

5. Proyección atlántica: Brasil, Perú y el Caribe

El culto a Santa Efigenia viajó con la diáspora africana a América.

  • Brasil: La Igreja de Santa Efigênia dos Pretos (Ouro Preto, Minas Gerais, s. XVIII) es emblema del protagonismo de las cofradías negras en la construcción de templos. En São Paulo, la parroquia de Santa Ifigênia mantiene viva la devoción8.

  • Perú: En Cañete, Santa Efigenia es celebrada como patrona de la comunidad afroperuana, con fiestas que incluyen música, danza y gastronomía tradicional. Su figura ha sido resignificada como símbolo de resistencia cultural y memoria afrodescendiente9.

  • Caribe: El Cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba testimonia la extensión del nombre en contextos devocionales y conmemorativos, aunque aquí su valor es más toponímico que estrictamente litúrgico10.

6. El nombre masculino: Efigenio/Efigénio

De la forma femenina Efigenia surgió la variante masculina Efigenio/Efigénio, documentada sobre todo en Portugal entre los siglos XVI y XVIII, aunque con frecuencia residual11.

En España aparece ocasionalmente en registros parroquiales, sobre todo rurales, como nombre de varón en honor indirecto a la santa. Su rareza explica por qué nunca entró en repertorios onomásticos frecuentes, pero también por qué hoy conserva un aura de singularidad y memoria histórica.

7. Simbolismo y lecturas modernas

El nombre Efigenio/Efigenia concentra tres niveles simbólicos:

  • Nobleza espiritual: la princesa que renuncia al poder y al matrimonio por su fe.

  • Resistencia cultural: las comunidades afrodescendientes que la adoptaron como patrona de libertad y dignidad.

  • Puente intercultural: de Grecia a Etiopía, de Etiopía a Europa, y de Europa a América.

Hoy, tanto el culto como el nombre están siendo recuperados en clave identitaria, sobre todo en Perú y Brasil, donde Santa Efigenia es reivindicada como símbolo de orgullo afrodescendiente12.

Conclusión

El itinerario del nombre Efigenio muestra cómo la onomástica puede convertirse en un mapa cultural y espiritual. Desde la tragedia griega hasta las cofradías de negros en Cádiz o las fiestas afroperuanas de Cañete, el nombre ha mutado, viajado y renacido con nuevos significados.

Si en su raíz clásica aludía a la fuerza del linaje, en su matriz cristiana alude a la fortaleza de la fe. Y en su resignificación africana y americana se convierte en símbolo de resistencia, libertad y memoria colectiva.

Llevar el nombre Efigenio hoy significa ser portador de esa triple herencia: la antigüedad grecolatina, la espiritualidad cristiana y la identidad afrodescendiente que lo ha mantenido vivo a lo largo de los siglos.

Bibliografía selecta

  • Carpio, Patricia. Memoria afroperuana y religiosidad popular: Santa Efigenia de Cañete. Lima: PUCP, 2019.

  • Corominas, Joan. Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos, 1980.

  • Delehaye, Hippolyte. Les légendes hagiographiques. Bruselas: Société des Bollandistes, 1905.

  • Delehaye, Hippolyte. Les origines du culte des martyrs. Bruselas: Société des Bollandistes, 1912.

  • Ferreira, Ana Maria. Irmandades de negros em Portugal e no Brasil. Lisboa: Colibri, 2005.

  • Jacobus de Voragine. Legenda Aurea. Ed. G. P. Maggioni. Florencia: SISMEL, 1998.

  • Machado, José Pedro. Dicionário onomástico etimológico da língua portuguesa. Lisboa: Horizonte, 1984.

  • Reis, João José. A morte é uma festa. São Paulo: Companhia das Letras, 1991.

  • Sánchez, Roberto. “The Black Virgin: Santa Efigenia, Popular Religion, and the African Diaspora in Peru.” Church History 81, 3 (2012): 631–655.

  • Torres-Cuevas, Eduardo. Cemeterios cubanos: historia, arte y cultura. La Habana: Letras Cubanas, 2000.

Notas a pie

  1. Eurípides, Iphigenia en Áulide, vv. 1280 ss.; véase también Liddell–Scott, Greek–English Lexicon, s.v. ἰφι- y γένος.

  2. Corominas, Joan. Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, vol. II (Madrid: Gredos, 1980), p. 512.

  3. Jacobus de Voragine, Legenda Aurea, cap. 144, “De sancto Matthaeo”. Ed. crítica: G. P. Maggioni (Florencia: SISMEL, 1998).

  4. Delehaye, Hippolyte. Les légendes hagiographiques (Bruselas: Société des Bollandistes, 1905), pp. 145–147.

  5. Acta Sanctorum, Septembris, vol. VI (Antwerp: Bollandistes, 1757), pp. 380–384.

  6. Delehaye, Hippolyte. Les origines du culte des martyrs (Bruselas: Société des Bollandistes, 1912), p. 211.

  7. Ferreira, Ana Maria. Irmandades de negros em Portugal e no Brasil (Lisboa: Colibri, 2005), pp. 67–74.

  8. Reis, João José. A morte é uma festa: ritos fúnebres e revolta popular no Brasil do século XIX (São Paulo: Companhia das Letras, 1991), pp. 223–226.

  9. Sánchez, Roberto. “The Black Virgin: Santa Efigenia, Popular Religion, and the African Diaspora in Peru.” Church History 81, 3 (2012): 631–655.

  10. Torres-Cuevas, Eduardo. Cemeterios cubanos: historia, arte y cultura (La Habana: Letras Cubanas, 2000), pp. 143–147.

  11. Machado, José Pedro. Dicionário onomástico etimológico da língua portuguesa, vol. II (Lisboa: Horizonte, 1984), p. 412.

  12. Carpio, Patricia. Memoria afroperuana y religiosidad popular: Santa Efigenia de Cañete (Lima: PUCP, 2019).

(Dedicado a una gran persona, a un gran amigo....)

 

Santa Efigenia de Etiopía: disertación histórica sobre su vida y culto

La figura de Santa Efigenia —también llamada Iphigenia o Efigenia de Etiopía— constituye uno de los ejemplos más fascinantes de la fusión entre hagiografía, identidad africana y memoria cultural. Su historia se sitúa entre los albores del cristianismo en África y la recepción posterior de su culto en Europa y América, convirtiéndose en símbolo de resistencia femenina, fe radical y orgullo afrodescendiente.


1. Orígenes hagiográficos

Según la tradición transmitida en fuentes medievales como la Legenda Aurea de Santiago de la Vorágine (s. XIII)1, Efigenia era hija del rey Egipo y de la reina Eufenisa de Nubia o Etiopía, convertida a la fe cristiana por la predicación del apóstol San Mateo. Esta tradición, aunque carente de sustento histórico verificable en el siglo I, fue aceptada en la cristiandad medieval como parte de la expansión apostólica en tierras africanas.

La joven princesa decidió consagrar su virginidad a Cristo, fundando en su entorno una comunidad de mujeres dedicadas a la vida ascética. Esta decisión la enfrentó al poder real, pues su padre pretendía asegurar un matrimonio dinástico. La tensión entre el poder político y la libertad espiritual de la joven marca el núcleo del relato hagiográfico: la santa africana se convierte en ejemplo de resistencia frente a las imposiciones del mundo2.

2. La protección de San Mateo y la prueba del fuego

Las fuentes hagiográficas vinculan estrechamente a Efigenia con la figura de San Mateo Apóstol, quien la protegió de las presiones de la corte. Tras el martirio de Mateo —asesinado por orden real tras defender la libertad de la princesa—, Efigenia continuó su vida consagrada en un convento.

Un episodio particularmente difundido narra que, tras la muerte del apóstol, el sucesor en el trono intentó doblegarla y, ante su negativa, ordenó incendiar el convento donde residía con otras vírgenes. El fuego, sin embargo, no logró tocarlas, consumiendo solo los muros exteriores, lo que fue interpretado como un milagro divino y confirmación de su santidad3.

3. Santa africana en la memoria medieval

En la Edad Media, el culto a Santa Efigenia se difundió de forma desigual. Aunque no alcanzó la notoriedad de otras santas vírgenes, aparece en martirologios vinculados a la predicación apostólica. Su fiesta se celebraba el 21 de septiembre, asociada al día de San Mateo, con quien comparte memoria litúrgica en algunas tradiciones4.


La Leyenda Dorada y otras compilaciones, como las Acta Sanctorum de los bolandistas (s. XVII)5, fijaron la narración que llegó a la Península Ibérica y, a través de ella, a los territorios ultramarinos. La condición de santa etíope y negra adquirió un valor simbólico en el marco del contacto entre Europa, África y América.

4. Difusión ibérica y atlántica

En España y Portugal, el nombre de Efigenia se mantuvo vivo en cofradías y devociones locales. Durante el siglo XVI, con la expansión atlántica, su culto pasó a América. En Perú, los dominicos y franciscanos la presentaron como modelo de santidad femenina africana. En Brasil y en el Caribe, su figura fue adoptada con fuerza por comunidades de esclavos y descendientes africanos, quienes encontraron en ella un símbolo de identidad, dignidad y resistencia6.


En algunos lugares de Cuba, Venezuela y Brasil, Santa Efigenia fue asociada sincretísticamente con divinidades afroamericanas, reforzando su papel como puente entre la espiritualidad africana y la fe cristiana. Este proceso explica que su memoria perviva aún hoy en procesiones, fiestas y cofradías afrodescendientes.

5. Valor histórico y simbólico

Desde el punto de vista histórico, la existencia concreta de Efigenia como princesa etíope del siglo I carece de pruebas documentales directas. Su vida debe situarse en el terreno de la hagiografía legendaria, como ocurre con muchas vírgenes de la Antigüedad. Sin embargo, lo verdaderamente relevante es el impacto cultural y devocional que alcanzó su figura.

Efigenia se convirtió en símbolo de la santidad africana dentro de la Iglesia universal, anticipando la valoración positiva de Etiopía como “tierra cristiana antigua” que encontramos en la patrística (cf. los Hechos de los Apóstoles con el eunuco etíope). Su culto posterior, arraigado en las comunidades negras de América, demuestra la capacidad de la hagiografía de crear referentes espirituales y culturales duraderos, más allá de la historicidad estricta.

Conclusión

La vida de Santa Efigenia es, más que un relato biográfico, una narración de resistencia y consagración, que ha viajado durante siglos desde los manuscritos medievales hasta las calles de Lima, La Habana o Bahía. Princesa africana, discípula de un apóstol, virgen consagrada, protectora de su pueblo, símbolo de fe para los esclavos y sus descendientes: su figura encarna el cruce entre historia, mito y memoria viva.

Su legado perdura como recordatorio de que el cristianismo, desde sus orígenes, es un mosaico de rostros, pueblos y voces diversas. Santa Efigenia no es solo una santa del pasado, sino un icono de la universalidad de la fe y de la dignidad de los pueblos afrodescendientes en la historia de la Iglesia.

Bibliografía

  • Butler, Alban. Lives of the Saints. London, 1756 (reed. 1956).

  • Gaiffier, Baudouin de. “Les origines du culte de Sainte Iphigénie”, Analecta Bollandiana, vol. 73, 1955, pp. 45-62.

  • Legenda Aurea, ed. Giovanni Paolo Maggioni. Firenze: SISMEL, 1998.

  • Peeters, Paul. La vie ancienne de Sainte Iphigénie et son culte en Éthiopie. Bruxelles, 1931.

  • Acta Sanctorum, Septembris, t. VI. Antwerp: Societas Bollandiana, 1757.

  • Arroyo, Luis Miguel. “Santa Efigenia en el Perú colonial: identidad africana y espiritualidad femenina”. Revista Andina, vol. 50, 2012.

Notas a pie

  1. Santiago de la Vorágine, Legenda Aurea, ed. crítica de Giovanni Paolo Maggioni, Firenze, SISMEL, 1998, pp. 627-631.

  2. B. de Gaiffier, “Les origines du culte de Sainte Iphigénie”, Analecta Bollandiana, vol. 73, 1955, pp. 45-62.

  3. P. Peeters, La vie ancienne de Sainte Iphigénie et son culte en Éthiopie, Bruxelles, 1931, p. 114.

  4. A. Butler, Lives of the Saints, London, 1756 (reed. 1956), t. IX, p. 221.

  5. Acta Sanctorum, Septembris, t. VI, Antwerp, 1757, pp. 341-345.

  6. L. M. Arroyo, “Santa Efigenia en el Perú colonial: identidad africana y espiritualidad femenina”, Revista Andina, 2012, vol. 50, pp. 215-240.


sábado, 20 de septiembre de 2025

La bandeja de plata de la Coronación Pontificia de la Virgen de las Maravillas (1925).

La bandeja de plata de la

 Coronación Pontificia de la Virgen de las Maravillas (1925).


 En unos días saldrá a la luz un nuevo artículo que nos invita a viajar al corazón de la historia y la devoción ceheginera: la bandeja de plata de la Coronación Pontificia de la Virgen de las Maravillas (1925).

Un objeto silencioso y brillante, guardado con celo en el ajuar sagrado de la parroquia de Santa María Magdalena, que fue testigo del instante en que la corona imperial descansó sobre la frente de nuestra Patrona. Y que, un siglo después, volvió a cumplir la misma misión en la conmemoración del centenario de la Coronación.

Este artículo no solo contará la historia material de la bandeja —sus grabados, su escudo, su autoría—, sino también su carga simbólica y espiritual: la memoria de un pueblo que quiso perpetuar su amor a la Virgen en un objeto destinado a rozar lo eterno.

🕊️ Será un recorrido didáctico, histórico y sentido, en el que la plata se convierte en espejo de identidad, y donde Cehegín late con fuerza entre tradición, fe y patrimonio.

📖 Muy pronto disponible en este espacio.
Porque hay objetos que no son simples objetos, sino testigos del alma de un pueblo.



martes, 2 de septiembre de 2025

 

Reflejos. 

GENTES Y LUGARES

De lo que fue Cehegín, en el ahora...


En la Estafeta, ayer las risas de unos niños y un triciclo llenaban la calle; hoy, el silencio y un perro custodian la memoria. Cambian los protagonistas, pero la piedra y la torre al fondo siguen contando la misma historia de Cehegín.

La Calle Estafeta de Cehegín, estrecha, sinuosa y aún hoy impregnada de ese aire entre doméstico y noble que caracteriza al casco antiguo, es mucho más que una vía de tránsito. Es un pequeño escenario donde lo cotidiano se transforma en memoria, donde lo sencillo cobra un valor patrimonial. Imaginar a unos niños jugando con un triciclo sobre su empedrado no es un ejercicio de nostalgia gratuita, sino un recordatorio vivo de cómo la vida sigue latiendo entre muros centenarios. El eco de sus risas resuena como antiguamente lo hicieron los pregones, las conversaciones a media tarde o el rumor de las ruedas de los carros que ascendían lentamente por sus cuestas.

La Calle Estafeta, en el corazón del casco antiguo de Cehegín, se convierte en un espejo cuando la contemplamos a través de la fotografía que la muestra en dos tiempos: el pasado y el presente. A la izquierda, la imagen en blanco y negro nos descubre un grupo de niños, risueños, empujando un triciclo improvisado en un juego colectivo que habla de comunidad, de infancia compartida y de calles habitadas. A la derecha, la misma calle, ya en color, luce silenciosa: un perro se sienta en mitad del empedrado, la soledad se hace visible, y sin embargo, la piedra y la arquitectura permanecen casi idénticas, sosteniendo la continuidad del lugar.

Los balcones de la Estafeta, adornados con persianas que protegen del sol y macetas rebosantes de flores, prolongan hacia fuera la vida íntima de las casas. Son un puente entre el espacio privado y el espacio público, y en ellos se condensa la tradición mediterránea de habitar la calle: conversar con el vecino desde lo alto, dejar que el jazmín y el geranio acompañen el caminar de los transeúntes, dotar de color y frescura a las fachadas que han visto pasar siglos. El balcón, como extensión de la casa, es también símbolo de la relación de las familias con la comunidad, un gesto de apertura que equilibra la clausura de los muros de piedra.

Históricamente, la Calle Estafeta fue testigo de un Cehegín donde las rutas se entrelazaban. Su nombre evoca ya la función de paso, de comunicación, de mensajería y encuentro. Durante siglos, por estas calles se transmitieron noticias, se intercambiaron mercancías y se tejieron relaciones humanas. Hoy, aunque la velocidad del mundo moderno tiende a borrar lo que parece secundario, la Estafeta sigue invitando a caminar despacio, a detenerse en un detalle de forja, en el sonido de una puerta de madera que se abre, en la sombra proyectada de una reja.

En el marco del proyecto “Reflejos. De lo que fue Cehegín, el ahora”, la Estafeta representa una síntesis perfecta: el ayer que no se resigna a ser únicamente pasado y el presente que dialoga con él. La imagen de unos niños jugando con un triciclo en esta calle del casco antiguo es la encarnación misma de esa continuidad: la infancia, que siempre ha dado vida a los barrios, se superpone al poso histórico de la piedra, de la arquitectura y del tiempo. En la primera escena, la vida infantil desborda la calle: los juegos eran parte de la cotidianeidad del barrio, las risas resonaban en las esquinas y las calles eran extensión del hogar. Allí donde antes corrían otros niños con aros, pelotas de trapo o muñecos de madera, hoy a veces se desliza un triciclo; cambia el objeto, pero la esencia de la risa, del juego, de la inocencia permanece. Hoy, en cambio, la calma reina, y el perro ocupa ese lugar que antes fue territorio de niños. La vida se ha transformado, pero no ha desaparecido: ha mutado en otra forma de habitar.

Desde una mirada didáctica, la Calle Estafeta enseña la importancia de conservar no solo los edificios, sino también los usos, las costumbres y las formas de habitar. El patrimonio material e inmaterial no se entiende por separado: las casas necesitan voces, los balcones precisan flores, y las calles cobran sentido cuando los pasos las recorren. Por eso, la Estafeta es un ejemplo de cómo el patrimonio urbano puede ser un aula abierta, una lección constante para los más jóvenes, una oportunidad de educar en el respeto al pasado y en la responsabilidad de mantenerlo vivo.

En su aparente quietud, la Estafeta nos recuerda que los pueblos no son museos inmóviles, sino organismos vivos. Los balcones con macetas, las persianas entreabiertas y el triciclo de los niños son los testigos contemporáneos de la misma vitalidad que un día animó a nuestros antepasados. El proyecto Reflejos invita precisamente a reconocer estos hilos de continuidad: a mirar el ahora no como ruptura, sino como prolongación de lo que fue, a entender que cada flor en un balcón y cada risa infantil en el empedrado son piezas que ensamblan un mosaico mayor: el de Cehegín como espacio de historia compartida y de futuro por construir.

Manuel Ruiz Jiménez







lunes, 1 de septiembre de 2025

REFLEJOS. DE LO QUE FUE CEHEGÍN, EN EL AHORA...

 

Reflejos. 

De lo que fue Cehegín, en el ahora...


Hay pueblos que se recorren con los pies, pero también los hay que se recorren con el alma. Cehegín pertenece a esa segunda categoría. Sus calles empinadas, sus balcones de hierro forjado, sus portones de madera tallada y sus plazas escondidas no son solo arquitectura: son memoria convertida en piedra, yeso y madera, tiempo que se ha quedado a vivir entre nosotros.

El casco histórico, declarado conjunto histórico-artístico, es como un gran libro abierto donde cada fachada es una página y cada escudo una palabra. Caminar por sus cuestas es sentir que el ayer no se ha ido del todo: aún resuena en los muros de la Iglesia de Santa María Magdalena, en la solemnidad de la Ermita de la Concepción, en los silencios recogidos del convento de San Esteban. Pero lo sorprendente de Cehegín no es solo lo que conserva, sino cómo lo conserva: vivo, respirando, transformándose sin perder del todo su esencia.

Ese es el latido de Reflejos: un proyecto que quiere tender un puente entre el Cehegín antiguo y el Cehegín actual. Entre las fotografías en sepia donde los niños jugaban en la Plaza del Castillo y las imágenes digitales de hoy, donde esos mismos espacios siguen siendo escenario de encuentros, mercados, fiestas o paseos. No es una comparación fría, sino un diálogo cálido: la certeza de que cada tiempo aporta su huella y que, al mirarlos juntos, comprendemos mejor quiénes somos.

Porque Cehegín no se explica solo en sus piedras ni en sus monumentos, sino en su gente. En los oficios que se han ido transformando, en las tabernas que dieron paso a cafés modernos, en los tenderos que cedieron el relevo a nuevas generaciones, en los jornaleros que aún sienten la tierra como parte de su vida. En los rostros antiguos de las procesiones, las romerías, los carnavales y las ferias, que se reflejan hoy en la alegría de quienes siguen celebrando esas mismas tradiciones con orgullo y con amor.

El paisaje es otro espejo fiel. El río Argos sigue cruzando la vega como una arteria, los almendros florecen en primavera, los olivos guardan su sobria paciencia, las sierras rodean el municipio como murallas naturales. Y, al mismo tiempo, Cehegín se ha abierto a la modernidad: barrios nuevos, calles amplias, espacios de ocio que muestran que el pueblo crece y se adapta a un mundo en movimiento.

Reflejos es, en el fondo, una declaración de amor. Una invitación a mirar a Cehegín con ojos nuevos, a detenerse en lo que permanece y en lo que cambia, a sentir que la memoria no es un álbum polvoriento, sino una raíz que nos sostiene. Porque cada fotografía —antigua o actual— guarda la misma verdad: que en Cehegín, el tiempo no se pierde, se transforma.

Este blog será, por tanto, un recorrido emocional y visual, un viaje en el que Cehegín se mira en su propio espejo. No con nostalgia vacía, sino con conciencia agradecida. Porque lo que fuimos y lo que somos no son dos caminos distintos: son un único sendero, lleno de ecos, huellas y reflejos, que sigue llevándonos hacia adelante.

Y en ese sendero también laten las miradas de quienes supieron atrapar el instante para darle eternidad. Mi padre, Rufino Ruiz Cuadrado, y mi abuelo, Manuel Ruiz Pérez, fueron aficionados a la fotografía con un mismo empeño: que el Cehegín que conocieron no se desvaneciera nunca. En cada negativo, en cada copia revelada, dejaron un trasfondo de permanencia, un documento vivo para las generaciones venideras. Gracias a ellos comprendemos que la fotografía no es solo memoria, sino un pacto silencioso con el futuro: la certeza de que lo que fue, seguirá siendo.



Puerta de Caravaca S.XII.
“La Puerta de Caravaca, umbral del ayer que aún se abre en el ahora, guardiana de un tiempo que nunca termina de irse.”

La Puerta de Caravaca es uno de los pocos vestigios que aún se alzan del antiguo cinturón defensivo de Cehegín. Ayer, como muestran las imágenes en blanco y negro, fue umbral vigilado, paso obligado hacia la villa amparada por su castillo. Hoy, con sus piedras gastadas pero firmes, dialoga con fachadas modernas y calles empedradas, recordándonos que el tiempo transforma pero no borra. Este arco ya no defiende, ahora invita: es un reflejo vivo del pasado que se cuela en el presente, una puerta que sigue abriéndose, pero hacia la memoria compartida de lo que fue y lo que sigue siendo Cehegín.

Y en su silencio de piedra, aún parecen resonar pasos antiguos, voces que llegan y se pierden, ecos de un tiempo en que abrir la puerta era abrir la vida misma de la villa. Hoy la cruzamos sin darnos cuenta, pero quien la mira con atención descubre que sigue siendo un umbral: no ya hacia la villa amurallada, sino hacia la emoción de reconocernos herederos de una historia que persiste. La Puerta de Caravaca no es ruina, es latido. Es Cehegín mirándose en sus propios reflejos.