lunes, 1 de septiembre de 2025

REFLEJOS. DE LO QUE FUE CEHEGÍN, EN EL AHORA...

 

Reflejos. 

De lo que fue Cehegín, en el ahora...


Hay pueblos que se recorren con los pies, pero también los hay que se recorren con el alma. Cehegín pertenece a esa segunda categoría. Sus calles empinadas, sus balcones de hierro forjado, sus portones de madera tallada y sus plazas escondidas no son solo arquitectura: son memoria convertida en piedra, yeso y madera, tiempo que se ha quedado a vivir entre nosotros.

El casco histórico, declarado conjunto histórico-artístico, es como un gran libro abierto donde cada fachada es una página y cada escudo una palabra. Caminar por sus cuestas es sentir que el ayer no se ha ido del todo: aún resuena en los muros de la Iglesia de Santa María Magdalena, en la solemnidad de la Ermita de la Concepción, en los silencios recogidos del convento de San Esteban. Pero lo sorprendente de Cehegín no es solo lo que conserva, sino cómo lo conserva: vivo, respirando, transformándose sin perder del todo su esencia.

Ese es el latido de Reflejos: un proyecto que quiere tender un puente entre el Cehegín antiguo y el Cehegín actual. Entre las fotografías en sepia donde los niños jugaban en la Plaza del Castillo y las imágenes digitales de hoy, donde esos mismos espacios siguen siendo escenario de encuentros, mercados, fiestas o paseos. No es una comparación fría, sino un diálogo cálido: la certeza de que cada tiempo aporta su huella y que, al mirarlos juntos, comprendemos mejor quiénes somos.

Porque Cehegín no se explica solo en sus piedras ni en sus monumentos, sino en su gente. En los oficios que se han ido transformando, en las tabernas que dieron paso a cafés modernos, en los tenderos que cedieron el relevo a nuevas generaciones, en los jornaleros que aún sienten la tierra como parte de su vida. En los rostros antiguos de las procesiones, las romerías, los carnavales y las ferias, que se reflejan hoy en la alegría de quienes siguen celebrando esas mismas tradiciones con orgullo y con amor.

El paisaje es otro espejo fiel. El río Argos sigue cruzando la vega como una arteria, los almendros florecen en primavera, los olivos guardan su sobria paciencia, las sierras rodean el municipio como murallas naturales. Y, al mismo tiempo, Cehegín se ha abierto a la modernidad: barrios nuevos, calles amplias, espacios de ocio que muestran que el pueblo crece y se adapta a un mundo en movimiento.

Reflejos es, en el fondo, una declaración de amor. Una invitación a mirar a Cehegín con ojos nuevos, a detenerse en lo que permanece y en lo que cambia, a sentir que la memoria no es un álbum polvoriento, sino una raíz que nos sostiene. Porque cada fotografía —antigua o actual— guarda la misma verdad: que en Cehegín, el tiempo no se pierde, se transforma.

Este blog será, por tanto, un recorrido emocional y visual, un viaje en el que Cehegín se mira en su propio espejo. No con nostalgia vacía, sino con conciencia agradecida. Porque lo que fuimos y lo que somos no son dos caminos distintos: son un único sendero, lleno de ecos, huellas y reflejos, que sigue llevándonos hacia adelante.

Y en ese sendero también laten las miradas de quienes supieron atrapar el instante para darle eternidad. Mi padre, Rufino Ruiz Cuadrado, y mi abuelo, Manuel Ruiz Pérez, fueron aficionados a la fotografía con un mismo empeño: que el Cehegín que conocieron no se desvaneciera nunca. En cada negativo, en cada copia revelada, dejaron un trasfondo de permanencia, un documento vivo para las generaciones venideras. Gracias a ellos comprendemos que la fotografía no es solo memoria, sino un pacto silencioso con el futuro: la certeza de que lo que fue, seguirá siendo.



Puerta de Caravaca S.XII.
“La Puerta de Caravaca, umbral del ayer que aún se abre en el ahora, guardiana de un tiempo que nunca termina de irse.”

La Puerta de Caravaca es uno de los pocos vestigios que aún se alzan del antiguo cinturón defensivo de Cehegín. Ayer, como muestran las imágenes en blanco y negro, fue umbral vigilado, paso obligado hacia la villa amparada por su castillo. Hoy, con sus piedras gastadas pero firmes, dialoga con fachadas modernas y calles empedradas, recordándonos que el tiempo transforma pero no borra. Este arco ya no defiende, ahora invita: es un reflejo vivo del pasado que se cuela en el presente, una puerta que sigue abriéndose, pero hacia la memoria compartida de lo que fue y lo que sigue siendo Cehegín.

Y en su silencio de piedra, aún parecen resonar pasos antiguos, voces que llegan y se pierden, ecos de un tiempo en que abrir la puerta era abrir la vida misma de la villa. Hoy la cruzamos sin darnos cuenta, pero quien la mira con atención descubre que sigue siendo un umbral: no ya hacia la villa amurallada, sino hacia la emoción de reconocernos herederos de una historia que persiste. La Puerta de Caravaca no es ruina, es latido. Es Cehegín mirándose en sus propios reflejos.

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