lunes, 13 de octubre de 2025

 

Obras son amores…

...La bandeja y la corona de la Virgen de las Maravillas



“Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.”
(Evangelio según San Mateo 6, 21)



   Hay objetos que no se comprenden solo por lo que son, sino por lo que significan.

   La bandeja de plata y la corona imperial de la Virgen de las Maravillas pertenecen a esa estirpe de cosas que sobrepasan su propia materia: relucen, sí, pero su resplandor no es solo de metal. En ellas, el tiempo ha depositado su temblor y la fe de un pueblo ha dejado su huella indeleble.

Autor: Basilio López, orfebre madrileño.
         


   Cuando en 1925, en aquel radiante 10 de septiembre, la imagen fue coronada solemnemente, la corona reposó sobre esa bandeja como un sol que espera el amanecer. Las manos que la sostuvieron —probablemente sacerdotes y devotos del pueblo— no eran conscientes de estar tocando una historia que seguiría viva un siglo después. Cada relieve, cada filigrana cincelada por el platero B. López, parecía contener una plegaria callada: la fe hecha forma, el amor convertido en obra.

   El lema que hoy recorre tus estudios, “Obras son amores…”, podría haber estado grabado en el reverso de aquella bandeja. Porque nada define mejor su sentido: el arte sacro no es vanidad, ni adorno, ni lujo; es amor traducido en metal. Es la ternura que se ofrece a Dios a través de la belleza.

    La bandeja no sirve solo para portar la corona, sino para sostener un acto de entrega, para elevar lo humano a lo divino, como si el metal quisiera devolver a los cielos el brillo que de ellos recibió.

  Cien años después, cuando la corona volvió a descansar sobre esa misma bandeja durante la conmemoración de la Coronación Pontificia, Cehegín revivió un gesto antiguo: el del amor que no se gasta, el del pueblo que recuerda y honra su propia historia a través de las obras que creó para su Virgen. En ese instante, el tiempo se plegó sobre sí mismo: la bandeja ya no era un objeto, sino un espejo donde el ayer y el hoy se reflejaban mutuamente.

   Cada golpe de cincel, cada curva del metal, cada reflejo sobre su superficie es un acto de fe, un “te quiero” convertido en oficio, un “gracias” de plata. El platero que la labró —B. López— probablemente no supo que su trabajo sería tocado por generaciones, que su arte se haría oración en cada procesión y que, un siglo más tarde, volvería a servir a la misma Reina. Pero eso es precisamente lo que hacen las obras que nacen del amor: perduran, sin saberlo, más allá de quienes las hicieron.

   La corona, por su parte, no es solo una joya: es una metáfora del alma del pueblo. Los rayos, las estrellas, las flores que la decoran son los nombres de quienes ofrecieron su oro, su trabajo, sus oraciones. Cada piedra encierra una historia, cada destello una promesa. Y cuando se posa sobre las sienes de la Virgen, no solo la honra a Ella, sino que restituye la dignidad del amor colectivo que la engendró.

   Ambas piezas —bandeja y corona— se buscan, se completan, se necesitan. La una sostiene, la otra consagra. La una recibe, la otra entrega. En su unión se cumple la enseñanza del lema: Obras son amores…

   No hay devoción verdadera sin gesto; no hay amor sin obra que lo exprese.

   Así, la bandeja de la Coronación se convierte en un altar pequeño y portátil, donde se condensa la historia de una comunidad. Y la corona, en la respuesta luminosa que el cielo devuelve al pueblo agradecido. Juntas forman un diálogo de metales sagrados, una liturgia silenciosa que atraviesa el tiempo.

   Hoy, cuando el reflejo de esa plata antigua vuelve a proyectarse sobre las bóvedas de Santa María Magdalena, Cehegín puede reconocerse en él. Porque cada época deja su huella en la materia que ama. Y esa materia —la plata, el oro, el arte— se vuelve memoria viva de lo que fuimos, de lo que seguimos siendo: un pueblo que cree, que ama y que transforma su fe en belleza.

   Obras son amores, decían los antiguos. Y esta obra —la bandeja, la corona, la devoción— lo es todo:

...un amor que se hizo metal, un metal que se hizo historia,
y una historia que, en su brillo sereno, sigue hablando de amor.



Notas finales y referencias

¹ Evangelio según San Mateo, 6, 21.
² Archivo Parroquial de Santa María Magdalena de Cehegín, Libro de Inventarios de Alhajas y Ornamentos Sagrados, 1925. (En proceso de realización).
³ Expediente de la Coronación Pontificia de la Virgen de las Maravillas, Archivo Diocesano de Cartagena-Murcia.
⁴ Catálogo de orfebrería religiosa española (1900–1930), Madrid, Museo Nacional de Artes Decorativas, 1998.
⁵ Testimonios de la Coronación Pontificia publicados en El Liberal (Murcia), septiembre de 1925.
⁶ López, B. — Catálogo de obras de platería religiosa, taller B. López (Barcelona, ca. 1920–1935). Archivo digital de subastas Lamas Bolaño, 2023.
⁷ Ruiz Jiménez, M. — Plata y memoria: la bandeja de la Coronación Pontificia de la Virgen de las Maravillas (Cehegín, 1925), estudio inédito, 2025.



A la Parroquia de Santa María Magdalena de Cehegín y a cuantos, con fe y memoria, conservan el resplandor de su Virgen coronada.


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